La escultura griega, en especial la del período clasico, ha sido siempre una de mis favoritas. La suavidad y el realismo de las obras que representaban tanto a dioses como a mortales y el uso del mármol y el bronce es lo que le da ese aire mistico y celestial que tanto me atrae.
La concepción de belleza para los griegos era muy parecida a la que se tiene en la era actual, que es lo que, en mi opinión, le da tanta popularidad al arte griego en comparación con estilos de pintura y escultura menos populares tales como (según explique en una publicación anterior) el prehispánico o el babilonio. Se dice que un escultor, para conseguir una obra que reflejara perfecta belleza, tomaba los rasgos más bellos de las personas que veía en la calle y los combinaba para crear una escultura que reflejara algo semejante a la belleza de los dioses. También, el uso de mármol blanco y por sobre todo la manera en que el escultor lo moldeaba tan delicadamente que lograba captar hasta los detalles más sutiles de la figura humana, es lo que le da a estas obras su conocido aspecto angelical.

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